Hace hoy justo un año. Unos días antes, emprendí un breve y “largo” viaje, esperando llegar a verte. Un viaje con profundo dolor, con el recuerdo imborrable de la última recaída, tan dramática y severa que no podía apartarla ni un momento de la memoria. Al llegar cogí tu mano y comprobé que la enfermedad había restado fuerzas a esa poderosa tenaza. Era dramático el esfuerzo para tomar un poco de aire, te costó abrir los ojos… pero cuando me despedí, clavaste tus ojos para darme un adiós harto más expresivo que cien despedidas verbales. Nunca olvidaré esa mirada seria, más azul que nunca, colmada de pena, cariño y Esperanza, la última que crucé contigo.
Sinceramente, prefiero recordar esta otra mirada risueña de la foto, esa otra “cara”, pero reconozco que en la “cruz”, en esos cuatro años de enfermedad nos has dado una sublime lección a nosotros que tan frecuentemente nos quejamos por cualquier cosa.
Nunca hubiera imaginado que una enfermedad degenerativa se pudiera cebar con tanta virulencia sobre la autonomía más elemental y que dejara sin embargo la consciencia prácticamente intacta. Pero mucho más sorprendente fue tu reacción en estas circunstancias. La reacción de un hombre “geniudo”, celoso de su autonomía y de su juicio, con "sus cosas". En innumerables ocasiones habías repetido con cierta prevención el pasaje de San Juan “cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras”. En esta circunstancia, sin embargo, bromeabas, te dejabas llevar y traer, sin una sola queja, siempre “estabas bien” incluso tras innumerables caídas, con la nariz y las costillas rotas, abandonada prematuramente tu docencia universitaria, sin poder leer siquiera, habiendo “cumplido” diez años biológicos por cada uno de los cuatro últimos años...
Especialmente digno de mención para mí, es el ejemplo de tu piedad diaria, que ha sido un mensaje a tu entorno de lo que realmente importa, una invitación a no dejarnos llevar por el fragor del día a día, que ojalá aprovechemos adecuadamente.
Gracias por la vida, por la educación, gracias por el ejemplo… y ve haciendo, por favor, un hueco a tu lado porque sé que toda esta pena sólo es paradójica moneda de cambio de la auténtica Alegría.
Sinceramente, prefiero recordar esta otra mirada risueña de la foto, esa otra “cara”, pero reconozco que en la “cruz”, en esos cuatro años de enfermedad nos has dado una sublime lección a nosotros que tan frecuentemente nos quejamos por cualquier cosa.
Nunca hubiera imaginado que una enfermedad degenerativa se pudiera cebar con tanta virulencia sobre la autonomía más elemental y que dejara sin embargo la consciencia prácticamente intacta. Pero mucho más sorprendente fue tu reacción en estas circunstancias. La reacción de un hombre “geniudo”, celoso de su autonomía y de su juicio, con "sus cosas". En innumerables ocasiones habías repetido con cierta prevención el pasaje de San Juan “cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras”. En esta circunstancia, sin embargo, bromeabas, te dejabas llevar y traer, sin una sola queja, siempre “estabas bien” incluso tras innumerables caídas, con la nariz y las costillas rotas, abandonada prematuramente tu docencia universitaria, sin poder leer siquiera, habiendo “cumplido” diez años biológicos por cada uno de los cuatro últimos años...
Especialmente digno de mención para mí, es el ejemplo de tu piedad diaria, que ha sido un mensaje a tu entorno de lo que realmente importa, una invitación a no dejarnos llevar por el fragor del día a día, que ojalá aprovechemos adecuadamente.
Gracias por la vida, por la educación, gracias por el ejemplo… y ve haciendo, por favor, un hueco a tu lado porque sé que toda esta pena sólo es paradójica moneda de cambio de la auténtica Alegría.
4 comentarios:
Descanse en paz. Y que interceda por nosotros.
Un abrazo.
Gracias, Seneka.
Sinceramente, quería escribir en este cometario tuyo pero no sabía ni que decir, ni como.
Han pasado los días y me acordaba de ti y de tu padre por que me ha impresionado bastante lo que has escrito.
Yo estuve a punto de perder a mi madre y ni me imagino lo que sería perder a cualquiera de mis padres, debe ser durísimo, pero cuando llegue el momento si no muero antes, mis palabras variarán muy poco de las que tu has escrito.
Estoy seguro que tu padre está orgullosísimo de ti, y quiero hacerte llegar mi respeto y admiración por tan sincero agradecimiento a tu padre, que desde luego hizo un buen trabajo al criarte, educarte y formarte, como tu harás con tus hijos y ellos con tus nietos.
Rezare por el, un abrazo.
Gracias, Hispanicus. No sé si estará muy orgulloso porque escribir es relativamente facil pero ser coherente cada minuto con lo que escribes es más complicado... Al menos he de reconocer (y desde luego el mérito no es mío) que sé dónde está la meta y a Quién hay que acudir para perseverar en el camino.
Mi padre fue un hombre duro pero bueno, que combinado su caracter con el más cercano de mi madre, ha dado ciertos resultados con nosotros (mejor que un padre más blando y colega). Cuando hace unos días nos reunimos para rezar por él, uno de mis hermanos recordaba el ejemplo de sobriedad durante toda la vida y la generosidad para con nosotros. Y, desde luego, los últimos cuatro años fueron un clamoroso ejemplo de reciedumbre, de integridad y de piedad. Un abrazo
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